Como si de un infierno artificial se tratara, la fundición que dio forma a las diferentes partes de Metal Gear Rex despedía un calor pegajoso y asfixiante. Desde las mismas escaleras de entrada Snake pudo divisar su primer obstáculo: un soldado en plena guardia. El rifle PSG-1 sesgó su vida en completo silencio. sin alertar en absoluto a las tropas que montaban guardia en el piso de abajo. Tras recoger las granadas Stun y comprobar que, para su desgracia, era del todo imposible activar el montacargas que conducía a la planta baja, Snake volvió a jugarse el pellejo una vez más para cruzar de puntillas (y pegado a la pared Oeste) el abismo de hierro fundido que le separaba de la pared norte de la fundición. A la complicación de mantener el equilibrio debía añadirle además una grúa de carga, cuyo peso iba y venía en su dirección, obligándole a agacharse de vez en cuando.
(Si el peso de la grúa te pone de los nervios, no lo dudes. Utiliza un misil Nikita para destrozarlo. La alarma sonará por el estruendo, pero no aparecerá nadie y lo tendrás mucho más fácil para llegar al otro lado. El otro extremo estaba habitado por un triste soldado (que compartió el mismo destino de su compañero) y un montón de ítems: munición para Socom, FAMAS, C-4, granadas Stun y una ración).
El cuarto de calderas ofrecía un aspecto amenazador, a raíz de los innumerables chorros de vapor que despedían las tuberías, pero en su interior Snake obtuvo objetos de gran valía, como balas para el rifle PSG-1 o misiles Nikita. A través de él, además, reptando bajo la pared Oeste se accedía a una nueva zona lindante al mar de acero fundido, que a pesar del peligro de estar vigilado por cámaras, ofrecía granadas Chaff, misiles Stinger y un chaleco antibalas (en caso de que no lo hubiera obtenido antes). Justo enfrente de la entrada al cuarto de calderas, Snake encontró la puerta a la zona siguiente. Metal Gear Rex estaba cada vez más cerca.
Precedido de unos cuantos contenedores (en cuyos alrededores se podía obtener aún más munición Socom y FAMAS), el ascensor de carga culminó su ascenso justo en el momento en que Snake pisaba aquella nave. Su funcionamiento no era del todo automático. Solid pulsó el botón del panel de control, iniciando el descenso a las profundidades… cuando tres soldados irrumpieron gritando en el ascensor. La situación era muy parecida al episodio del ascensor de la torre de comunicaciones y los soldados invisibles, por lo que Snake cargó su rifle FAMAS e inició el baile con sus nuevos amigos. De nuevo, la clave para salir vivo de allí era disparar corriendo en todo momento, escapando de las ráfagas sin detenerse un instante.
Sólo, y con los soldados criando malvas, Solid Snake fue recibido al bajar del ascensor de carga por una nueva lluvia de balas, aunque ahora desde una cámara de seguridad. Le fue imposible detectarla antes debido a las continuas interferencias en el radar. Por la misma razón el detector de minas resultó del todo inútil para conocer la exacta ubicación de las minas que le atormentaron en su acceso al segundo ascensor de carga. Las Gafas de Visión Termal le ofrecieron una buena visión del panorama, por lo que decidió que no merecía la pena jugarse el pellejo por una triste ración y embarcó en el segundo ascensor.
Los compañeros de viaje en esta ocasión no fueron soldados surgidos de la nada, sino una nube de cuervos negros como la noche que sobrevolaron la cabeza de Snake durante su descenso. ¿Cuervos a esa profundidad de la tierra? Realmente sospechoso. No tuvo mucho tiempo de pensar en ello, ya que Master Miller se puso en contacto vía Codec con novedades aún más alarmantes. Según Miller, la historia familiar de la doctora Hunter era una completa patraña. La historia del abuelo agente del FBI, la relación de éste con el jefe del Bureau, Edgar Hoover… todo muy sospechoso. ¿Acaso sería una espía de los terroristas? A esas alturas, Solid se esperaba ya cualquier cosa.
El viaje fue más breve que en el primer ascensor, y a los pocos instantes de cortar la comunicación con Miller, Snake se encontraba en otra nave, pero a una temperatura infinitamente más baja, lo que no parecía afectar en absoluto a los cuervos, pero sí a las raciones, en el caso de estar muy expuestos al frío.
(Dada las bajas temperaturas reinantes en algunas zonas del mapeado del juego, es posible que las raciones se congelen y por tanto sean imposibles de utilizar. Uno de los métodos más curiosos para descongelarlas es utilizar los secadores de manos del lavabo de caballeros del piso donde transcurrió el duelo contra Psycho Mantis. Este método, claro está, es inútil durante el combate contra Vulcan Raven).
Una ración, misiles Nikita y C-4 le esperaban tras los contenedores que se extendían por la nave hasta una gigantesca puerta, marcada con la cifra 6. En el otro lado, el vuelo de los cuervos apenas pudo ocultar la impresionante silueta de Vulcan Raven, subido sobre uno de los incontables contenedores dispuestos por el suelo de aquel almacén helado. Raven, el gigantesco esquimal, no contaba esta vez con su tanque M1 Abrams, aunque no le hizo falta. Dos brazos como dos jamones sujetaban una descomunal ametralladora de calibre 30 mm., que quizá perteneció en su día a algún caza, pero que en las manos de semejante bestia pasó a ser una ametralladora más… aunque con la potencia para partir en dos un tanque. Snake no tardó demasiado en comprobarlo.