Heavenly Sword, un excelente título de acción y aventura en un entorno fantástico lanzado para Play Station 3 en septiembre de 2007 nos presentaba a la hermosa pelirroja Nariko, cuya vida esta marcada por los infortunios.
Según una profecía, su padre tendría un hijo varón que conseguiría salvar al clan de la destrucción, pero al nacer ella, con un pelo de color rojo como el fuego y totalmente opuesta a lo que decían los ancianos, los aldeanos comenzaron a odiarla.
Todo se complica cuando el rey Bohan envía a sus hombres para conseguir la Heavenly Sword (Espada Celestial), uno de los objetos sagrados custodiado por el clan de Nariko. Para salvar a su pueblo, Nariko comienza a enfrentarse a los hombres de Bohan, y es así que conocemos su aventura, su espíritu desinteresado, pero golpeado por el desprecio, y sus habilidades en el combate cuerpo a cuerpo y con poderes mágicos.
Gráficamente el juego es verdaderamente interesante, y las mecánicas de combate agregan mucha dinámica a un título donde nuestra protagonista se la pasa saltando, golpeando y disparando contra hordas incontables de enemigos.
Desde el principio, con una introducción espectacular que nos muestra a Nariko cayendo de bruces al suelo, el juego intenta impactarnos.
Nuestro personaje, altruista y con todas las características clásicas del héroe, parece estar muriendo, con decenas de enemigos rodeándola e incapaz de seguir luchando. Pero aquí viene algo muy importante en Heavenly Sword; más allá del desenlace, lo que vemos es como el personaje de Nariko crece, como sus deseos de ayudar al pueblo (pese a como la despreciaban) se hacen más grandes con el paso del tiempo y su decisión final, la de luchar y sacrificarse para evitar más daños.
Hermosa, valiente y habilidosa, Nariko es una de las futuras diosas de los videojuegos, y no solo porque su pelo es hermoso, sino porque se enfrenta a su destino.