Durante este año, aparecerán para la consola Nintendo Wii, cuyo catálogo de juegos es, en la mayoría de los casos, apto para toda la familia, un par de juegos solo para adultos, Madworld y Dead Rising. Sobre todo el primero, ha creado un polémica bastante grande debido al gran nivel de violencia que presenta. De hecho, en Alemania ni siquiera se va a publicar, y en el Reino Unido hay algunos grupos de moralistas conservadores que han levantado la voz para que se cancele su lanzamiento.
Y es que, incluso en las democracias más consolidadas del planeta, siguen existiendo asociaciones, normalmente con cierta base religiosa, que intentan imponer al resto de la sociedad una presunta moral, que les hace odiar cualquier tipo de ocio que ellos entienden nocivo para sus hijos y, al mismo tiempo, apoyar guerras en las que muere gente de verdad si eso les conviene políticamente.
Este tipo de asociaciones de padres de alumnos, que piensan que es mucho más importante apagar sus estúpidos miedos que ser libres, están presentes en todos los estados. Son esa gente que siempre está intentando prohibirlo todo a nivel global, porque necesitan que todo el mundo siga sus ideas, en lugar de educar a sus hijos. ¿Cómo puede ser peligroso para un niño un juego violento, si este solo puede ser jugado por mayores de 18 años? ¿Por qué hay que prohibir Madworld, basándose en que puede pervertir a los niños, si los niños no pueden utilizarlo? Es imposible que alguien intente prohibirle a un hombre adulto jugar a un juego violento, ya que es totalmente libre de decidir en que quiere invertir su tiempo libre. Sin embargo, estos fascistas arrasan con todo lo que tengan delante si con ello logran su propósito. Con lo fácil que es, simplemente, no comprarles el juego a sus hijos.
No recuerdo ningún caso en el que se prohibiera un juego en España, aunque sí que se han censurado algunas series de animación. Recuerdo que, cuando era pequeño, Dragon Ball desapareció de la parrilla televisiva solo para acallar las protestas de esta gentuza. Durante los últimos años, han salido a la palestra bastantes polémicas en torno al mundo de los videojuegos. La salida de cualquier GTA, aquel juego, Carmageddon, que consistía en atropellar gente, y que finalmente se transformó en un juego de pillar zombies, las famosas drogas que Solid Snake usaba para parar su tembleque y así poder apuntar mejor con el rifle de francotirador, son algunos ejemplos de ellas. Pero el caso más importante fue uno en el que un chico asesinó a su familia con una espada. Se corrió la voz de que el homicida era fan de Final Fantasy VIII y, evidentemente, se llegó a la conclusión de que este era el motivo del parricidio.
Aunque no tiene ningún sentido, siempre ocurre lo mismo. Cuando un ludópata arruina su vida y la de su familia, siempre hay gente que piensa que habría que prohibir el juego para que esto no ocurriera, como si un objeto inanimado como una máquina tragaperras tuviera la culpa de que un hombre sea un vicioso asqueroso. Así mismo, si un chico juega a un videojuego e intenta imitar lo que en él ve, haciendo daño a otra gente, el único responsable es el, que es lo suficientemente estúpido como para no diferenciar la realidad de la ficción.